Mostrando las entradas con la etiqueta Espiritualidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Espiritualidad. Mostrar todas las entradas

viernes, 2 de mayo de 2025

Equivocarse es humano

 


Para nadie es desconocida esa expresión de que equivocarse es humano....muchas veces nos sirve de justificación.

Un autor del pasado, Alexander Pope lo dijo, pero con un complemento: "Equivocarse es humano, perdonar es divino". Yo además añadiría: "Rectificar es de sabios". Muchos de nosotros somos ejemplos evidentes de esta expresión. Nos equivocamos a cada rato, incluso cuando no lo deseamos; hacemos daño a los demás, incluso a los que amamos; con frecuencia nos arrepentimos, a veces con dolor verdadero y profundo; pero reincidimos en las equivocaciones, muchas veces sin quererlo y sin saber cómo... No hay duda: los humanos nos equivocamos...Y es obvio porque nos damos cuenta (por eso somos humanos). Pero lo clave es que podemos rectificar los errores (y eso nos hace sabios) y, mejor aún, perdonar (y perdonarnos) los errores (y eso nos hace divinos).

Creo que nuestras equivocaciones o errores pueden tener muchas causas:

1. Porque exageramos la importancia de lo que hacemos o buscamos.
2. Porque no podemos controlar nuestra impaciencia y nos apresuramos al actuar.
3. Porque nos dejamos dominar por nuestros impulsos y pasiones.
4. Porque nos dejamos influenciar por los demás o, simplemente, por el ambiente.
5. Porque nos sentimos impotentes...y, obviamente, actuamos como tales.

Pero, y eso es tal vez más importante, nuestras equivocaciones tienen muchas consecuencias porque:

1. Querámoslo o no, somos responsables, sobre todo de los demás.
2. Las leyes y los principios éticos producen resultados más allá de nosotros mismos.

Además de esto, creo que algo muy importante y no siempre tenemos en cuenta es que cuando nos equivocamos aparecen en nosotros ciertas actitudes negativas que empeoran las consecuencias de nuestros errores. Actitudes como: orgullo, menosprecio de los demás, egoísmo, autojustificación, pasividad, desinterés, evasión, etcétera.

Tal vez la clave de todo esto, que es profundamente humana, está en que tenemos que APRENDER ALGO DE NUESTROS ERRORES. Y creo que, cuando miramos y aceptamos la MISERICORDIA de Dios y de los demás, podemos aprender cosas como:

1. Quienes se equivocan son lo más necesitados de comprensión, de perdón, de amor. Pero no siempre somos lo suficientemente comprensivos, ni siquiera con nosotros mismos.
2. Por más que tengamos unos principios sólidos, eso no nos puede impedir perdonar y entender a quien ha cometido un error (lo que para nada significa que cambiemos nuestros principios o planes).
3. El aceptar a quien se equivoca nos hace comprender mucho más lo que esa persona es, lo que siente, lo que sufre, lo que anhela y no logra realizar.

Existe un proverbio que, mas o menos, dice que el ser humano es el único ser capaz de tropezar dos veces con la misma piedra...Nuestra naturaleza es equivocarnos. No se trata de justificar nuestros errores ni de olvidar nuestra responsabilidad (grave sería, como lo dijo Baltasar Gracian: "Errar es humano, pero más lo es culpar de ello a otros"), sino de asumir nuestra condición y aprender de ella. Nos equivocamos, es cierto, pero podemos rectificar y, mejor aún, podemos perdonar y perdonarnos.

No es malo cometer errores; es más, probablemente aprendemos más de ellos que de los aciertos (obviamente si los reconocemos, si los aceptamos, si los perdonamos). Así que, después de un error o equivocación...hay que seguir adelante, sin temor a volvernos a equivocar. Y es que el temor a volvernos a equivocar nos conduce, casi con seguridad, a una nueva equivocación.

LA CONCLUSIÓN DE TODO ESTO: es que nuestros errores son una clara muestra de nuestra capacidad de elegir, de nuestra libertad, de nuestro derecho a equivocarnos. Pero para hacer uso de este derecho, debemos tener claro los deberes que implica: el de rectificar el error, el de pedir disculpas a quien afectó y el de perdonarnos por haberlo cometido (y perdonar, si es el caso, a otro que, al cometer un error, nos afectó a nosotros).

sábado, 1 de marzo de 2025

¿El hombre nuevo?

 


Según Robert Redeker, escritor francés, el siglo XXI está generando un "hombre nuevo" nunca imaginado ni esperado un ser humano cuyo yo "ha sido absorbido por el cuerpo"; lo llama Egobody. De él solo la piel (el cuerpo acaparado por el gym, el deporte, la medicina, la farmacopea estética, lo sexual, la publicidad, las redes sociales) ha sobrevivido al alma y a la política, un hombre cuya unidad ha desaparecido, porque sólo es apariencia, "un fantasma nostálgico de esta unidad perdida, que en adelante obsesiona al presente". Es un cuerpo convertido en Ego. 

Ahora se trata pues de "Yo soy mi cuerpo", dejando atrás esa bella expresión de Foucault, "Mi cuerpo, este papel, este fuego", en Historia de la locura. Los fanáticos de los sitios virtuales de citas o de los gimnasios, las estrellas deportivas o artísticas, las reinas de belleza, identifican su Yo con su cuerpo. Y esto constituye un giro sin precedentes, porque la humanidad siempre se había distinguido por la disociación entre el Yo (ya fuera entendido como algo psicológico o espiritual) y el cuerpo.  Y así todos los rasgos no cuantificables del cuerpo han sido eliminados por el "hombre (cuerpo) nuevo". Incluso lo que los magos de todos los tiempo llamaban "cuerpo astral" ya no tiene sentido, pues ya no es el "mediador" entre el cuerpo físico y lo espiritual. Y peor aún, ese cuerpo nuevo que ha devorado su alma y su Yo, hace impensable la natural complejidad que envolvía la noción de cuerpo.

Y el Egobody tiene una forma particular de ser (y mostrarse) conformista: hace de la sexualidad su estandarte, la frontera entre lo humano y lo no humano, al convertirla en inevitable y, por ende, obligatoria. Antes la sexualidad estaba oculta en el centro del pensamiento (la literatura y el arte dan testimonio de ello, además del psicoanálisis); ahora solo tiene sentido desde la perspectiva de "estar conectado" a aparatos que modifican lo biológico y lo imaginario, bajo la apariencia de que se trata sólo de "entretenimiento". La verdad-máquina y el pensamiento-fábrica niegan la subjetividad, lo que explica el conformismo actual.

¿Quién es entonces el hombre? La filosofía lleva décadas sin querer responder esta pregunta. Foucault en 1966 proclamó la "muerte del hombre". Muerto ya no es una pregunta: "Una cosa en todo caso es cierta: el hombre no es el problema más antiguo, ni el más constante que se haya planteado el ser humano" (Las palabras y las cosas). Pero, ¿qué diferencia hay entre la pregunta y el problema? La pregunta es amplia y general, en tanto que el problema es la formulación filosófica de dicha cuestión: el "problema" del hombre está precedido por la "cuestión" del hombre. Recordemos que todo comenzó en el oráculo de Delfos: "Conócete a tí mismo", orden que es una pregunta destinada a ser el eje de la filosofía: tu no debes dejar de preguntarte: ¿quíen eres tú?... Una pregunta cuyo sentido es el de ser planteada incesantemente... ¿Quién soy yo?... ¿Quién eres tú?...¿Quién es el hombre?



miércoles, 5 de septiembre de 2018

A propósito de... hoy quiero hablar de espiritualidad




Hoy quiero reflexionar sobre un tema que me apasiona, aunque muchos no lo crean: la espiritualidad.

Todo ser humano anda en busca de espiritualidad. La mayoría buscamos y experimentamos la espiritualidad a través de una religión, si bien ésta no es la única forma de hacerlo. Algunos lo hacen durante toda su vida, otros sólo en momentos concretos. En ocasiones porque debemos enfrentar miedos o situaciones límites de la existencia, y necesitamos respuestas; en otros casos, por el deseo de saber si efectivamente hay algo más allá de lo perceptible. Pero, en cualquier caso, es muy difícil precisar qué es espiritualidad. La respuesta varía según las personas y las culturas de las que proceden. Posiblemente el único punto en común sea la búsqueda de un sentido a la existencia y la sed de saber.

Desdichadamente, mi experiencia y conocimientos en este campo son bastante limitados. Creo que la espiritualidad es algo muy personal. Para mí una doctrina moralista y represora, como aquella en la que a veces convertimos nuestra experiencia religiosa, no satisface mi necesidad espiritual; para mí, la espiritualidad está ligada a la belleza, a los sentidos, al placer, a la libertad, al sexo y la sensualidad, a la tierra, a lo más profundo de cada uno, a la generosidad, a la bondad, a la compasión, al amor, a la vida… en una palabra, a la realización y a la felicidad, personal y comunitaria. Existen miles de detalles en la vida y en la naturaleza que me indican que hay un ser superior y que parte de ese ser habita en nosotros y en todas las cosas: el aire, una hoja, una flor, la tierra mojada, una mano amiga, una sonrisa, una abrazo fuerte, una oración, una mascota, un amanecer, un bebé... Miles de cosas pequeñas, sencillas y simples que me hacen seguir creyendo.

Creo que el primer paso para hallar nuestro camino espiritual es liberarnos de la carga que suponen las religiones, los cánones, las imposiciones sociales, los reglamentos y normas, etc. Un individuo puede pasar toda su vida obedeciendo las enseñanzas y las creencias de una sociedad o de una religión sin encontrar jamás el camino apropiado para él mismo; el camino que le haga feliz y le permita realizarse. Por supuesto que hay ventajas en hacer parte de unas creencias comunes, pero somos seres en constante formación y evolución; por eso hay que dejar siempre las puertas abiertas para profundizar, para investigar, para aprender, para cambiar.

La verdad y las respuestas están en nosotros mismos. Según como nos enfrentemos a nosotros mismos nos enfrentaremos al mundo que nos rodea. Ello significa, entonces, poder disolver las rígidas y mecánicas estructuras impuestas por nuestro consciente. Nadie puede decirnos qué camino tomar. Lamentablemente, las sociedades y las religiones se basan más en el conformismo, la seguridad y el orden social que en la búsqueda de la verdad. Por eso, cada uno debe buscar y elegir lo que necesita y es bueno para él mismo. Y la única manera de hacerlo es desnudando el alma: enfrentarnos íntimamente incluso a la desesperación, a la soledad, a la ansiedad. Es así como llegamos al descubrimiento de quiénes somos realmente, a nuestro auténtico ser; sin otras implicaciones. Es una aventura y una opción personal. Hay que aceptar que las respuestas a todas nuestras preguntas están dentro de nosotros mismos. Si nos aceptamos, las respuestas vendrán solas. Aparecerán simples y mágicas.

Desde mi punto de vista, la espiritualidad es silenciosa dado que toda palabra es débil e imperfecta; por eso, deberíamos aprender a elevarnos en una adoración sin palabras. Una adoración basada en los sentidos, sentimientos, percepciones e instintos. Uno puede conectarse con lo divino de muchas maneras: actuando, meditando, cantando y bailando, gozando con el sexo, abrazando, acariciando, admirando la belleza natural, siendo generosos, sonriendo, amando desinteresadamente, etc.

Por eso, en últimas, creo que espiritualidad es reconocer que el mundo que percibimos es una mera ilusión; que el fin último de la vida es despertar nuestro auténtico ser, nuestras potencialidades; que este existir está profundamente conectado con toda la creación; que tenemos que disfrutar del don de la vida con plenitud; que la vida y la naturaleza son nuestra verdadera escuela; que somos buscadores permanentes de la verdad; que creemos en el amor incondicional. Ser espiritual es vivir en la belleza, en el equilibrio y en el goce, es ver con el corazón, es compasión, es convertir en sagrados todos nuestros actos y vivir en plenitud reconociendo que cada uno es su máxima autoridad.

Estrada destacada

Equivocarse es humano

  Para nadie es desconocida esa expresión de que equivocarse es humano....muchas veces nos sirve de justificación. Un autor del pasado, Alex...

Estradas populares