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sábado, 1 de marzo de 2025

¿El hombre nuevo?

 


Según Robert Redeker, escritor francés, el siglo XXI está generando un "hombre nuevo" nunca imaginado ni esperado un ser humano cuyo yo "ha sido absorbido por el cuerpo"; lo llama Egobody. De él solo la piel (el cuerpo acaparado por el gym, el deporte, la medicina, la farmacopea estética, lo sexual, la publicidad, las redes sociales) ha sobrevivido al alma y a la política, un hombre cuya unidad ha desaparecido, porque sólo es apariencia, "un fantasma nostálgico de esta unidad perdida, que en adelante obsesiona al presente". Es un cuerpo convertido en Ego. 

Ahora se trata pues de "Yo soy mi cuerpo", dejando atrás esa bella expresión de Foucault, "Mi cuerpo, este papel, este fuego", en Historia de la locura. Los fanáticos de los sitios virtuales de citas o de los gimnasios, las estrellas deportivas o artísticas, las reinas de belleza, identifican su Yo con su cuerpo. Y esto constituye un giro sin precedentes, porque la humanidad siempre se había distinguido por la disociación entre el Yo (ya fuera entendido como algo psicológico o espiritual) y el cuerpo.  Y así todos los rasgos no cuantificables del cuerpo han sido eliminados por el "hombre (cuerpo) nuevo". Incluso lo que los magos de todos los tiempo llamaban "cuerpo astral" ya no tiene sentido, pues ya no es el "mediador" entre el cuerpo físico y lo espiritual. Y peor aún, ese cuerpo nuevo que ha devorado su alma y su Yo, hace impensable la natural complejidad que envolvía la noción de cuerpo.

Y el Egobody tiene una forma particular de ser (y mostrarse) conformista: hace de la sexualidad su estandarte, la frontera entre lo humano y lo no humano, al convertirla en inevitable y, por ende, obligatoria. Antes la sexualidad estaba oculta en el centro del pensamiento (la literatura y el arte dan testimonio de ello, además del psicoanálisis); ahora solo tiene sentido desde la perspectiva de "estar conectado" a aparatos que modifican lo biológico y lo imaginario, bajo la apariencia de que se trata sólo de "entretenimiento". La verdad-máquina y el pensamiento-fábrica niegan la subjetividad, lo que explica el conformismo actual.

¿Quién es entonces el hombre? La filosofía lleva décadas sin querer responder esta pregunta. Foucault en 1966 proclamó la "muerte del hombre". Muerto ya no es una pregunta: "Una cosa en todo caso es cierta: el hombre no es el problema más antiguo, ni el más constante que se haya planteado el ser humano" (Las palabras y las cosas). Pero, ¿qué diferencia hay entre la pregunta y el problema? La pregunta es amplia y general, en tanto que el problema es la formulación filosófica de dicha cuestión: el "problema" del hombre está precedido por la "cuestión" del hombre. Recordemos que todo comenzó en el oráculo de Delfos: "Conócete a tí mismo", orden que es una pregunta destinada a ser el eje de la filosofía: tu no debes dejar de preguntarte: ¿quíen eres tú?... Una pregunta cuyo sentido es el de ser planteada incesantemente... ¿Quién soy yo?... ¿Quién eres tú?...¿Quién es el hombre?



martes, 25 de febrero de 2025

La vida puede ser complicada... sobre todo, si está prohibido ser felices.

 


A veces diera la impresión de que los humanos nos dedicamos a no dejar que los demás avancen...que sean diferentes...que vuelen por sí mismos sin importar a dónde ni cómo... Y comenzamos a esgrimir normas, obstáculos y prohibiciones: esto no está permitido, aquello es peligroso, es mejor que no… En este lugar está prohibido esto o aquello… Pero de lo que no nos damos cuenta es que por estar esperando a que el otro llegue para no dejarlo avanzar...nosotros estamos detenidos y tampoco avanzamos.

Por eso pienso que si no podemos evitar el prohibir (por cualquier razón social o institucional) lo que hay que prohibir es aquello que inevitablemente, si no lo hacemos, nos lleva a la infelicidad y a la desilusión. Así que:

1.   Queda prohibido no luchar por tu felicidad; no vivir tu vida como la quieres vivir; no pensar en que siempre puedes mejorar; no creer que sin ti, este mundo nunca sería igual… porque lo creas o no TÚ eres especial. Queda prohibido no crear tu propia historia, construir tu propia vida y dejar la huella que tienes que dejar…

2.   Queda prohibido no demostrar tu amor a esa persona que te hace vibrar… y no importan las condiciones ni las circunstancias, ni las normas o convencionalismos… porque no hay nada más importante que el amor.

3.   Queda prohibido dejar de lado a todas las personas que te quieren… dejar a tus amigos; no esforzarse siempre por entender lo que vivieron juntos; buscarlos sólo cuando los necesitas… Queda prohibido echar a alguien de menos sin regocijarse, olvidar su mirada y sus ojos, su risa y su alegría… no importa que los caminos mutuos hayan dejado de abrazarse...

4.   Queda prohibido no intentar comprender a los otros, sobre todo a los que son diferentes…pensar que sus vidas valen más o menos que la tuya, no entender que cada cual tiene su propio camino y su propia felicidad… Queda prohibido no tener un momento para los que te necesitan; no comprender que lo que la vida te da, también te lo puede quitar.

5.     Queda prohibido no ser TÚ mismo ante los demás; fingir lo que no eres o aparentar lo que esperan que seas; hacerte el gracioso para que te recuerden… Queda prohibido no esforzarte y hacer las cosas por ti mismo, y tener miedo a la vida y a sus compromisos; no vivir cada día como si fuera el último …

6.     Queda prohibido sufrir o llorar sin aprender; o levantarte un día sin saber qué hacer; queda prohibido tener miedo a tu pasado o a tus recuerdos… Queda prohibido no confiar en tu futuro o no creer en Dios y su misericordia.

7.      En fin… Queda prohibido no sonreír a los problemas o dificultades; no luchar por lo que quieres, sea lo que sea; abandonarlo todo por miedo, por pereza o desilusión; Queda prohibido no convertir en realidad tus sueños... 
 



viernes, 14 de febrero de 2025

Amores prohibidos


              “Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad” (Marguerite Yourcenar)

Todos en algún momento de nuestra vida, nos hemos enamorado o sentido amor hacia otra persona: esa especie de fascinación que hace que quedemos "conectados", con necesidad de interactuar y de conocernos más. Es la experiencia de sentir mariposas en el estómago, de tener el pulso acelerado y hasta palpitaciones en el corazón; los científicos afirman que una serie de cambios bioquímicos se generan en nuestro organismo cuando eso ocurre.

 Ahora bien, cuando ese amor es complicado (por la razón que sea) sentimos una fascinación aún mayor. Eso corresponde a lo que generalmente se llama “amores prohibidos”, es decir, aquellos que no pueden ser públicos porque podrían causar dolor a un tercero o simplemente porque la "sociedad" no los ve bien. Es que nadie tiene dominio sobre el amor, pero el amor domina todas las cosas. ¿Por qué algunos piensan que el amor proh
ibido es el más bonito de todos?.

Los amores prohibidos siempre han existido; generados por circunstancias que no permiten que los enamorados estén juntos: alta diferencia de edades, vínculos o diferencias familiares, consanguinidad, mismo sexo, personas con otras parejas, etc. El ejemplo clásico de esto en la literatura es el de Romeo y Julieta que dieron su vida el uno por el otro.  O el de Oscar Wilde que lo llevo a la cárcel durante la época victoriana. Y eso sin mencionar las múltiples letras de canciones que tratan ese tema. Así como estos se han dado muchos casos; algo que nos permite pensar que cuando existe este amor es inevitable que crezca, aunque las circunstancias sean adversas. Porque el saberlo amor prohibido genera en los amantes ese toque de emoción, de cosa oculta, robada, arriesgada, que hace que la adrenalina fluya al vivir cada encuentro como una aventura peligrosa, y lleva a hacer muchas locuras. Y es que no hay nada más tentador que lo que se considera prohibido. Por el simple hecho de que te lo prohíben… los seres humanos somos así: mientras más nos dicen que no, más anhelamos lo prohibido.

Pero, el amor prohibido es también un amor encadenado, ya que el amor requiere de libertad de expresión para poder desarrollar los sentimientos y proclamar con acciones y palabras lo que se siente. El amor prohibido tiene el sabor del deseo imposible de una felicidad perfecta, que debe permanecer oculta en la intimidad. Es un amor sin rostro, es un amor escondido, es un amor sin destino, es un amor clandestino. Y eso duele en el fondo, si bien un amor prohibido no se olvida porque es para siempre: nace cuando no debe, lo sientes cuando no puedes, pero perdura aunque no quieres. Amor prohibido es el que siempre queda en nuestro corazón: un amor bello, casi divino, casi celestial, pero, oculto y prohibido. Amor que desafía a la vida por no tener destino. Amor que retarda el presente y consume el futuro, porque solo vive porque ama.

Y es que “siempre hay un poco de locura en el amor. Más también siempre hay un poco de razón en la locura” (Friedrich Nietzsche). Y para los amantes prohibidos su amor desesperado podrá ser un delito ante la sociedad... pero nunca un pecado. Y es que, como lo dijo Saint-Exupery “el amor es lo único que crece cuando se reparte”. Y sin duda la razón nos puede decir que es mejor un amor prudente; pero la realidad es que es preferible amar dementemente a carecer de todo amor.



viernes, 15 de noviembre de 2019

Acerca del deseo y la libertad




Hoy prima la concepción teórica -realista y metafísica- adoptada por la metodología científica preponderante sobre el deseo (sobre todo en psicología y psiquiatría, pero también en la política, la economía y la educación); por eso creo necesario revisar en algo la historia de esta concepción sobre el deseo en su relación con la persona (mucho más cuando asumimos una crisis del sujeto contemporáneo), insistiendo en la relación entre deseo y libertad individual, más que -como era tradicional- con lo moral o lo patológico. De ahí los autores en los que voy a insistir en este texto.

Platón, dada su innegable influencia en toda esta historia, capta la naturaleza ambigua del deseo (entre privación y plenitud), y lo entiende como el impulso de toda búsqueda, de donde brotará la filosofía misma, como amor a la sabiduría. Pero ¿se puede pensar el deseo más allá de términos como negatividad y carencia? Spinoza, por el contrario, lo considera como un productor de valor, lo que Deleuze retomará, destacando el carácter ingenioso y laborioso del deseo. Freud, articulando deseo y prohibición, lo hará productor de fantasmas, porque se desea menos el objeto deseado que la fantasía inconsciente del mismo. De hecho, ¿no es el deseo, básicamente, ansia de deseos? Para Lacan, quien antropologiza el deseo (ubicándolo en el centro del debate sobre el sujeto) será el deseo del otro, un deseo mimético. Lyotard (1989) nos acerca a la cuestión del deseo de saber o de filosofar, y a su posible enseñanza. Baudrillard (2009) insistirá en que en el deseo actual de consumo lo que deseamos es el consumo mismo. Finalmente, ¿no es el capitalismo globalizado de hoy, la liberación del poder universal del deseo humano? Pero ¿no posee el deseo otro poder distinto de aquel ofrecido por la vida mercantilizada y desenfrenada de nuestro mundo globalizado, de modo que no llegue a convertirse en un deseo mortal, y por lo tanto en la muerte del deseo? Otros lenguajes, como el cine, el arte y la literatura, nos ayudan a responder estas preguntas sobre esa fuerza de gozar y actuar que es el deseo. ¿Qué nuevo paradigma sobre el sujeto surgirá si pensamos que el deseo no es divino ni natural, sino un rasgo único, definitorio y exclusivo del individuo, algo profundamente humano?

El deseo cruza misteriosamente nuestra existencia y cualquier filosofía que reflexione sobre ésta tiene que abordarlo como problema que nos constituye sin que sepamos realmente qué es ni adónde nos lleva. De ahí la gran variedad de nombres que se le han dado: Eros entre los griegos, concupiscencia para los cristianos, apetito en Descartes o Spinoza, tendencia o impulso (como la libido) en Freud[1].  ¿Se trata siempre de lo mismo bajo esta variedad de nombres, o es que el deseo, por su propia naturaleza, es variado y cambiante, múltiple y emocionante, como lo describen filósofos, literatos, poetas, psicoanalistas e incluso biólogos? Y al intentar sumergirnos ya no en el discurso intelectual, sino en el lenguaje mismo del amor y del deseo, inmediatamente lo vemos inadecuado, inoportuno, imposible, alusivo, relativo, cuando esperábamos que fuera directo: el lenguaje del deseo y del amor es un ir y venir, un dis-curso que va de acá para allá, pleno de metáforas. Por otra parte, es un lenguaje huérfano y desatendido por los otros discursos (sobre todo, el político y el científico) o incluso llega a ser proscrito, encubierto y evitado. Un discurso que parece hoy inactual, pero siempre presente. Lo cual implica preguntarnos: ¿decimos lo mismo cuando hablamos hoy del deseo en comparación a cuando leemos textos de otras épocas cuyo objeto es el deseo, la pasión, el amor? Más aún, cuando estamos enamorados, ardientes de deseo, ¿somos capaces de comunicar al otro algún significado? Me parece que la experiencia amorosa pone a prueba el lenguaje, su supuesta univocidad, su performatividad, su potencial referencial y comunicativo. ¿El lenguaje del deseo cumple estos requisitos? A ciencia cierta no, y no los cumple por la alta incertidumbre de su objeto, que nos remite nuevamente a las preguntas: ¿qué es el deseo? ¿qué es el amor? ¿qué es la pasión? … en su relación con el filosofar.

Existencialmente el deseo nos perturba, preocupa y a veces nos angustia, porque logra exaltar en nosotros valores muy altos (superiores a nosotros mismos), pero también puede hacernos caer muy bajo, en la abyección o bestialidad más paradójica con nuestro propio ser. ¿De dónde viene esa ambigüedad? Es verdad que, desde cierto punto de vista, el deseo es la marca de nuestra inserción en la naturaleza (de la cual nuestro cuerpo es el testigo, con sus impulsos, tendencias, necesidades o instintos); pero, desde otra mirada, el deseo exalta en nosotros los valores supremos cuando se combina con las facultades superiores de la mente. Es que en el deseo humano hay una fuerza que nos impulsa más allá de todo limite; por eso nunca se satisface con los objetos que apetece. Todos los objetos del deseo terminan siendo insatisfactorios, decepcionantes, y el gran misterio existencial parece ser este: ¿cuál es el verdadero objeto del deseo? Además, la etimología de la palabra deseo (desiderium, palabra latina derivada de sidus, estrella) hace que el deseo sea el anhelo de algo perdido[2]. Humanamente se trata no sólo del hecho biológico de una satisfacción sensible, sino de una nostalgia más profunda, la de un estado perdido o de una perfección vivida. Así es como entiendo a Platón cuando, en el Banquete, bajo la figura del deseo más real (la atracción sexual, pasional, arraigada en la carne), nos presenta un Eros que se eleva y nos lleva más lejos que nosotros mismos: deseo y amor que se conjugan y nos lanzan a lo que podemos llegar a ser, en nuestra plena y compleja libertad.



[1] Según la RAE “apetito” proviene del lat. appetītus. 1. m. Impulso instintivo que lleva a satisfacer deseos o necesidades. 2. m. Gana de comer. 3. m. Deseo sexual. 4. m. p. us. Cosa que excita el deseo de algo. Se puede establecer cierta relación entre el término latino y estos otros que veremos en nuestra reflexión: Conatus (Spinoza) –Begierde (Hegel)– Wille (Schopenhauer) –Wille zur Macht (Nietzsche)– Trieb (Freud), como si fuesen impresiones históricas de un mismo fenómeno, si bien experimentado de modo diferente por estos pensadores.
[2] Del lat. desiderium (deseo) y ésta del verbo desiderare (desear), compuesto por el prefijo “de-” y la palabra “sidus, sideris” – “estrella, constelación”. El verbo latino tal vez proviene de la expresión “de sidere” (“fuera de las estrellas”), con el significado de “extrañar, echar de menos" o literalmente “esperar a lo que las estrellas nos traigan”; y, por tanto, en sentido figurado “buscar, desear”. En it. “desiderare”, ing. “desire”, fr. “désirer”, cat. “desitjar”, port. “desejar”.

Estrada destacada

A pesar de todo...di sí a la felicidad.

  Recuerdo una estrofa común en ciertas canciones (con algunas variaciones): “ A pesar de todo; a pesar de todo, yo me enamoré ”, "A pe...

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