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sábado, 21 de abril de 2018

Rita y Merlí... o como aprender en Neflix


Hay dos series de televisión que he visto recientemente y que me han puesto a pensar mucho sobre lo que es ser maestro y filósofo (Hay que tener en cuenta que las nuevas tecnologías han cambiado la forma de ver televisión… ésta son series que he visto en Neflix).

La primera es una serie danesa, Rita (una maestra irreverente y políticamente incorrecta), que empezó como serie propia del mercado local escandinavo, pero que se ha convertido (con la ayuda de su difusión en Netflix) en un fenómeno global; ya va en tres temporadas. Esta serie aborda temas escolares muy complejos con gran naturalidad, sensibilidad y precisión. Rita es maestra de un colegio oficial (primaria y bachillerato), separada y con tres hijos entre la adolescencia y la vida adulta, con una personalidad compleja y complicada, que tiene una forma diferente de ver y vivir la vida, siendo patente su ¿incorrección política? como educadora y como madre. Excelente maestra, rebelde e incorrecta, tratará de resolver los problemas que se le van presentando a su manera. Rita es puro carisma e irreverencia; para mí uno de los mejores personajes femeninos de los últimos años. Cristian Torpe, creador de la serie, la muestra como una niña en el cuerpo de adulto; el situarla como maestra le permite hacer una disección, más allá de sus conflictos familiares, del sistema educativo público danés y de sus problemas (que en el fondo son los mismo del sistema educativo colombiano). Rita no sigue las reglas al pie de la letra en el trato con sus estudiantes que la adoran, mientras que siempre anda en conflicto con el resto de los adultos (maestros y padres de familia), excepto con la joven maestra Hjørdis de quien es mentora. Como autodidacta se puede decir que pierde la asignatura familiar y sentimental: el conflicto en su matrimonio le ha producido una cierta alergia al compromiso.

La vida familiar de Rita no es nada “normal”: alejada de su madre, intenta no cometer con sus hijos los mismos errores que su madre cometió con ella, comportándose más como una amiga que como una madre. Su hijo mayor Ricco parece el más desencantado con el comportamiento materno, se independiza pronto y se casa tal vez apresuradamente; Molly, la segunda, es tierna, pero con problemas en los estudios y dificultades para conseguir trabajo; el hijo menor Jeppe, inteligente y brillante, está descubriendo su homosexualidad de forma natural, siendo aceptado y apoyado por todos; es indudablemente uno de los mejores personajes de la serie. La interpretación extraordinaria de Mille Dinesen como Rita, me parece el eje de la serie: ella es un mar de contradicciones pasando de ser intuitiva, sarcástica, mordaz, sexualmente activa y anárquica, a meter las patas, mostrarse insegura, deslenguada e irresponsable, en cuestión de minutos.

Desde el punto de vista pedagógico, en cada capítulo de la serie se aborda a profundidad un tema de la cotidianidad familiar, escolar y social, mostrando sus pros y contras, evitando dogmatizar sobre cualquier postura, y llegando a un resultado que no siempre es el deseado por todas las partes. Sobreprotección de los padres, bullying y violencia escolar, familias desestructuradas, exclusión y marginación, problemas económicos, desprecio a los profesores, burocracia y politiquería, conflictos afectivos, drogas y sexo… son algunos de los temas exquisitamente tratados, con un debate claro y fácilmente extrapolables a nuestras escuelas colombianas.

La serie es un fiel reflejo del sistema educativo, eso no lo dudo, y solo por eso la recomiendo a quienes tienen interés en los temas educativos o pedagógicos, porque ofrece otra mirada, desde un ángulo diferente, que puede ayudar a comprender mejor nuestros problemas como maestros, como padres o como adultos, frente a los problemas de los jóvenes. La mirada de Rita va a ayudar… y mucho… en ese sentido.

La otra serie es catalana, Merlí, un profesor de filosofía nada convencional. Una serie que no es obvia, nada pretenciosa, que no busca imponer el contexto catalán por sobre la historia… sólo te deja pensando un rato. Ciertos críticos dicen que asemeja a La sociedad de los poetas muertos, pero creo que la película y la serie sólo tienen en común un profesor que le apuesta a la libertad del pensamiento y algunos estudiantes que saben aprovecharlo. Un profesor especial, que sabe conectarse con sus estudiantes, carismático, culto, seductor, sensible, pero también con muchos defectos, con una moral propia, y con permanentes conflictos con el resto del profesorado y padres de familia.

La serie plantea el método de enseñanza, poco ortodoxo pero muy estimulante, de un profesor de filosofía al que siempre lo impulsan los desafíos. Merlí (interpretado magistralmente por Frances Orella) tiene buen recorrido como docente, pero como muchos maestros, poca suerte y reconocimiento. A los 55 años, debe volver a vivir con su madre... junto con su hijo Bruno, adolescente y gay, al que debe empezar a cuidar y que además se convierte en su alumno. Y es dentro de esa casa de tres generaciones (abuela actriz, nieto contestatario y Merlí, un militante de la ironía), y en el aula, donde repiquetean los mejores diálogos de la historia. No hay concesiones, no hay deber ser: sólo hay honestidad brutal en la mayoría de las frases de la serie -que no sólo se dicen, sino que están ahí para ser escuchadas por cada uno de nosotros.

Francesc Orella interpreta muy bien a este vividor existencial que siente profundamente los principios filosóficos que imparte en sus clases, pero que luego demuestra incoherencias en su vida privada: es un referente para sus discípulos, a quienes llama “peripatéticos”, pero es incapaz de generar buen vínculo afectivo con su hijo Bruno, y predice un respeto que brilla por su ausencia en su relación con las mujeres con quienes flirtea. Cada personaje, entre los estudiantes, tiene un conflicto dramático que lleva a que la serie se adentre en temáticas sociales: Pol aprovecha su imagen de chico popular para disimular que en su casa el dinero no alcanza, Bruno está enamorado en secreto de su mejor amigo, Iban lleva meses sin salir de casa por culpa del bullying y Mónica, la nueva, descubrirá la cara negativa de la cultura del whatsapp y las redes sociales. Y muchos otros problemas de los jóvenes: la separación de los padres, el miedo al qué dirán, la mezcla entre ricos y pobres en una misma escuela, el desempleo y la inserción laboral, el fracaso escolar, la amistad, la rivalidad, los celos, la muerte de los mayores... Cada problema tiene una solución, aunque cueste encontrarla y los “peripatéticos” son un grupo disfuncional pero unido por fuertes lazos de amistad. ¿De vez en cuando algún puñetazo o robarle la novia de otro? Puede ser. Pero al final del día Merlí les ofrece una lección filosófica para afrontar sus problemas con una actitud positiva y crítica.

Pedagógicamente lo que marca la serie es la aplicación que Merlí logra de ciertos filósofos o sistemas filosóficos (como los peripatéticos, los sofistas, Sócrates, Nietzsche, Foucault o Schopenhauer, entre otros) a las cotidianidad vital y escolar de sus estudiantes... a quienes también ayudará con sus problemas, aunque sea de forma poco ortodoxa y hasta censurable. Se logra esa filosofía que supera el mero academicismo, para convertirse en “estilo de vida”. El “método Merlí” consiste en presentar al filósofo o sistema filosófico en el pizarrón, lanzar como maestro un par de coordenadas y, a partir de allí, ir construyendo con los estudiantes el episodio a fuerza de cotidianidad, ideas, cuestionamientos, resistencia y libertad. Merlí ayuda a contextualizar la filosofía como generador del pensamiento crítico, reivindicando su importancia en estos tiempos en que se pone en duda su papel en el sistema educativo. Merlí estimula a sus estudiantes a pensar libremente, con métodos poco ortodoxos, dividiendo las opiniones de la clase, el profesorado y las familias. La serie pone de relieve la importancia y utilidad de la filosofía en la educación.

Y, finalmente, Merlí aborda con genialidad la homosexualidad. Bruno, por ejemplo, no tiene el conflicto de siempre: no teme salir del armario a causa de presiones familiares (al contrario, Merlí y la abuela le apoyan sin ningún problema) sino que es él mismo quien tiene problemas con su propia sexualidad. Pero la mejor reflexión llega después cuando se reta la heteronormatividad, aún presente en la sociedad.

En fin, ambas series dan que pensar y ayudan mucho a reflexionar sobre lo que realmente es ser maestros, sobre las importancia de la filosofía para la vida, sobre la necesidad de "entrar" la vida cotidiana, con todos sus conflictos y bellezas, en el aula de clase; y sobre la importancia de "dar la palabra" a los jóvenes, a los sujetos con todas sus particularidades y diferencias, en pocas palabras, a la diversidad que caracteriza a los humanos.

miércoles, 18 de abril de 2018

Una bolsa de canicas

Cuando recientemente el cine francés quiere salir del vasto campo de ruinas en el que se había perdido durante mucho tiempo, genera películas memorables como "Les choristes", o esa otra completamente diferente "Intouchables" para no citar más. Si bien ambas películas son diferentes, tienen mucho más en común de lo que parece: la sencillez y la precisión del tema. 

Esto es precisamente lo que caracteriza a "Un sac de billes" (Una bolsa de canicas), una película centrada en la inocencia infantil de Mauricio (Batyste Fleurial), y especialmente el pequeño José (Dorian Le Clech), firmemente aferrado a su canica fetiche. Lo que es notable es que la película no fuerza nada, como si los dos jóvenes actores vivieran su propia historia. Su naturalidad y la genial cámara de Duguay nos hacen vivir su epopeya siendo niños, sobre un escenario marcado, una vez más de forma excelente, por la melancolía. Si el trabajo de los dos jóvenes actores es impecable, ciertamente se debe a la excelente dirección artística de los actores, pero también a cierta complicidad bien visible en la pantalla. Dorian Le Clech incluso imita a los adultos perfectamente, con un aplomo increíble (escena del mercado y sus pequeños tráficos)! 

La realización de Duguay, marcada por su virtuosismo, ciertamente hace significativo cada plano del film. ¿Un ejemplo? Bueno, la secuencia rápida (muy rápida, incluso demasiado ... pero justa), donde se ve la navaja de afeitar detenerse para quedar en suspenso, como si el mundo se hubiera detenido repentinamente, con la pronunciación sencilla (pero tan pesada) de la palabra "judío". Todo esto para decir que en esta cinta ningún plano es superfluo, y que la precisión de los encuadres nos ofrece una fotografía interesante, después de todo nada uniforme, oscilando entre disparos y una alegría ingenua de dos niños “en una aventura”. 

La película toma poco a poco densidad por los acontecimientos históricos que impulsan esta familia judía a separarse con la esperanza de reencontrarse en tiempos mejores ... Se entra así en el drama de la ruptura familiar con todo lo que implica como decisiones, nuevas reglas y costumbres y por supuesto peligros por venir ... la cámara se focaliza entonces en los dos hermanos más pequeños de los cuatro chicos, para seguir su viaje a la zona libre. El más joven de los dos, José después de un comienzo, que nos hace temer lo peor, termina asumiendo un cierto espesor que hace que uno se aferre a este niño, mientras que su hermano mayor le da toda su protección y amor, ... en este sentido, es una lástima que el director no se ha ocupado de mejorar los diálogos evitando expresiones que no tenían cabida en su momento como “¡déjame en paz!" por nombrar sólo uno de los muchos.  

Y luego está ese equilibrio frágil y permanente entre el drama y la ligereza. Con semejante tema, era fácil quedarse en cualquiera de estos dos enfoques, sobre todo cuando se está lleno de ternura. Afortunadamente este no es el caso, y eso es bueno, porque así es como el espectador siente los miedos y las esperanzas de estos niños que van a madurar durante su viaje. Guardando el curso de esta manera el director ha conseguido crear una especie de larga tensión en su película, gracias también a la ayuda de los actores, evidentemente, muy comprometidos, y a la música que acompaña muy bien todos los momentos de la película, que incluso se calla en algunas escenas específicas. Impalpable, esta tensión es omnipresente y encuentra su culminación en la escena de las bofetadas. Permanecerá como la escena de culto, ya que es el momento más fuerte emocionalmente, simplemente porque es el escenario de un acto de amor en un contexto de terror y brutalidad generado por los alemanes y sus comportamientos, por lo que los llaman "sales boches", y por la milicia francesa señalada de forma constante y heredada del apelativo poco envidiado de ser "colaboradores". 

Un acto de amor realizado por el valiente y recto padre de familia (Patrick Bruel), orgulloso y feliz de estar en lo correcto, pero un acto de amor que también es una lección de supervivencia. Una lección que será la línea de conducta expresada en toda la película. Incluso si él no sabe llorar cuando es necesario, Patrick Bruel sorprende al público por su compromiso total, mediante esta lucha dura de sentimientos que expresa su personaje. A su lado, la discreta mamá (Elsa Zylberstein) completa con convicción la imagen idílica de una familia unida. 

Pero Bruel no será la única sorpresa del film: Kev Adams (Ferdinand) y Christian Clavier (Dr Rosen) vienen aquí a cambiar radicalmente de papel para nuestra sorpresa. El primero muestra un real potencial en arte dramático hasta las lágrimas que gotean. El segundo muestra una fuerza coloreada tanto de convencimiento y persuasión en la mirada, como si el propio actor creyera firmemente en el contenido de los consejos dados por su personaje. 

Si la inmersión en esta aventura es posible, se debe también a la calidad de la reconstrucción escenográfica: la peluquería, los coches, el tren con sus máquinas de vapor, los trajes, y toda una serie de objetos de época contribuyen a hacernos fácilmente precipitar en la Francia ocupada en 1944. Sólo le falta un pequeño suplemento de alma, algo extra indefinible que nos lleve a expandir la emoción a lo largo de esta hermosa historia, eso que casi nos hace arrepentir de haber vivido el momento más intenso tan al principio de la película. De todos modos, "Una bolsa de canicas" es una muy buena película con una nota de modestia luego de la revelación final, lo que confirma que no siempre son necesarias las palabras para decir las cosas, aunque sólo sea por respeto y reverencia. 

Obviamente esta película no está libre de errores, como por ejemplo en el juego de cartas cuando vemos a Román (Patrick Bruel) decir "belote, rebelote et dix de der", mientras que en el plano anterior tenía en la mano tres cartas de diferentes colores ... (es un juego de cartas plenamente francés). Pero esto es muy anecdótico y se olvida rápidamente para seguir con gran interés y sin ningún problema los 110 minutos de esta película. Sé que "Una bolsa de canicas" ha hecho una buena carrera, aunque creo que no encontró con todo el éxito de las dos películas antes mencionadas; pero esta es la opinión de alguien que no ha leído aún la novela epónima de Joseph Joffo (y que es autobiográfica), publicada en 1973 (Joseph Joffo, Un sac de billes, Éditions Jean-Claude Lattès, 1973. Traducida en 18 idiomas, fue un suceso con 20 millones de libros vendidos en 22 países), que sustenta la realización de Duguay, y que tampoco ha visto su primera adaptación cinematográfica francesa realizada por Jacques Doillon en 1975, ni mucho menos conozco la adaptación a una serie de dibujos animados entre 2011 y 2014 en 3 tomos, realizada por Kris y Vincent Bailly. Habrá que ver y leer todo eso para tener un mayor acercamiento a este filme. 





Sobre las pasiones...


Algunas personas tienen miedo porque creen que es negativo que ser apasionado. De hecho, la pasión puede ser muy creativa o destructiva. Como lo dijo Rousseau: "Todas las pasiones son buenas mientras uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan". Muchos hablan contra las pasiones, considerándolas la fuente de todo mal humano, pero se olvidan que también son la fuente de todo placer, y en mucho, de la felicidad.

¿Cómo definir la pasión constructiva? Es una gran energía creativa que da sentido y sensibilidad a lo que llevamos a cabo y que nos ayuda a alcanzar una meta con entusiasmo. Simboliza el fuego que nos impulsa a expresar nuestra verdadera naturaleza. Nos ayuda a vivir plena e intensamente nuestro momento presente.

Uno puede, al contrario, decir que la pasión es destructiva cuando es mal manejada. Se produce cuando una persona llega a ser tan obsesionada con el objeto de su pasión que nada más le importa  y se olvida de todo lo demás en su vida. Esto hace que muchos sufran, porque no permite el juicio ni el discernimiento hacia la meta.

¿Hay algo que anhelas de corazón en tu vida? ¿Una meta, un deseo que te apasiona? ¿O eres de los que no se atreven a expresar su pasión? Piensa en un deseo que hace WOW dentro de ti con sólo la idea de manifestarlo. Mientras más intenso es el WOW, más son las necesidades de realizar ese deseo. Porque "sin pasión, el hombre sólo es una fuerza latente que espera una posibilidad, como el pedernal el choque del hierro, para lanzar chispas de luz" (Amiel).

Para descubrir de que necesidades se trata, imagina la alegría de haber conseguido tu objetivo y mira cómo esto te ayudará a nivel de tu existencia. Si la respuesta tarda en llegar, comprueba cómo te sientes de llegar hasta allí. Sabrás cuáles son las necesidades de tu ser, tu espíritu estará satisfecho y esto te dará una buena motivación. Porque las pasiones son los "viajes" del corazón y en ultimas, solo las entiende, quien las experimenta
.

Ser apasionado requiere cierta dedicación, mucho trabajo, concentración y no tener miedo a fallar a menudo. Incluso, hay que hacer como don Quijote, que se inventaba pasiones para ejercitarse. Convertirse en una persona apasionada que sabe lo que quiere también puede generar emoción, alegría y un propósito en la vida, si se está listo para comprometerse con lo que es importante para uno. Si se desea ser apasionado, hay que saber lo que se quiere y trabajar duro por ello, incluso si eso significa hacer más de un sacrificio a lo largo del recorrido.

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