Hay dos series de televisión que
he visto recientemente y que me han puesto a pensar mucho sobre lo que es ser
maestro y filósofo (Hay que tener en cuenta que las nuevas tecnologías han
cambiado la forma de ver televisión… ésta son series que he visto en Neflix).
La primera es una serie danesa, Rita (una maestra irreverente y
políticamente incorrecta), que empezó como serie propia del mercado local escandinavo,
pero que se ha convertido (con la ayuda de su difusión en Netflix) en un
fenómeno global; ya va en tres temporadas. Esta serie aborda temas escolares
muy complejos con gran naturalidad, sensibilidad y precisión. Rita es maestra de un colegio oficial (primaria y bachillerato), separada y con tres
hijos entre la adolescencia y la vida adulta, con una personalidad compleja y complicada,
que tiene una forma diferente de ver y vivir la vida, siendo patente su ¿incorrección
política? como educadora y como madre. Excelente maestra, rebelde e incorrecta,
tratará de resolver los problemas que se le van presentando a su manera. Rita es puro carisma
e irreverencia; para mí uno de los mejores personajes femeninos de los últimos
años. Cristian Torpe, creador de la serie, la muestra como una niña en el
cuerpo de adulto; el situarla como maestra le permite hacer una disección, más
allá de sus conflictos familiares, del sistema educativo público danés y de sus
problemas (que en el fondo son los mismo del sistema educativo colombiano).
Rita no sigue las reglas al pie de la letra en el trato con sus estudiantes que
la adoran, mientras que siempre anda en conflicto con el resto de los adultos
(maestros y padres de familia), excepto con la joven maestra Hjørdis de quien
es mentora. Como autodidacta se puede decir que pierde la asignatura familiar y
sentimental: el conflicto en su matrimonio le ha producido una cierta alergia
al compromiso.
La vida familiar de Rita no es
nada “normal”: alejada de su madre, intenta no cometer con
sus hijos los mismos errores que su madre cometió con ella, comportándose más como una amiga que
como una madre. Su hijo mayor Ricco parece el más desencantado con el
comportamiento materno, se independiza pronto y se casa tal vez apresuradamente;
Molly, la segunda, es tierna, pero con problemas en los estudios y dificultades
para conseguir trabajo; el hijo menor Jeppe, inteligente y brillante, está
descubriendo su homosexualidad de forma natural, siendo aceptado y apoyado por
todos; es indudablemente uno de los mejores personajes de la serie. La
interpretación extraordinaria de Mille Dinesen como Rita, me parece el eje de
la serie: ella es un mar de contradicciones pasando de ser intuitiva,
sarcástica, mordaz, sexualmente activa y anárquica, a meter las patas,
mostrarse insegura, deslenguada e irresponsable, en cuestión de minutos.
Desde el punto de vista pedagógico,
en cada capítulo de la serie se aborda a profundidad un tema de la cotidianidad
familiar, escolar y social, mostrando sus pros y contras, evitando dogmatizar
sobre cualquier postura, y llegando a un resultado que no siempre es el deseado
por todas las partes. Sobreprotección de los padres, bullying y violencia
escolar, familias desestructuradas, exclusión y marginación, problemas
económicos, desprecio a los profesores, burocracia y politiquería, conflictos
afectivos, drogas y sexo… son algunos de los temas exquisitamente tratados, con
un debate claro y fácilmente extrapolables a nuestras escuelas colombianas.
La serie es un fiel reflejo del
sistema educativo, eso no lo dudo, y solo por eso la recomiendo a quienes
tienen interés en los temas educativos o pedagógicos, porque ofrece otra mirada,
desde un ángulo diferente, que puede ayudar a comprender mejor nuestros
problemas como maestros, como padres o como adultos, frente a los problemas de los
jóvenes. La mirada de Rita va a ayudar… y mucho… en ese sentido.
La otra serie es catalana, Merlí, un profesor de filosofía nada
convencional. Una serie que no es obvia, nada pretenciosa, que no busca imponer
el contexto catalán por sobre la historia… sólo te deja pensando un rato. Ciertos
críticos dicen que asemeja a La sociedad
de los poetas muertos, pero creo que la película y la serie sólo tienen en
común un profesor que le apuesta a la libertad del pensamiento y algunos estudiantes
que saben aprovecharlo. Un profesor especial, que sabe conectarse con sus estudiantes,
carismático, culto, seductor, sensible, pero también con muchos defectos, con
una moral propia, y con permanentes conflictos con el resto del profesorado y
padres de familia.
La serie plantea el método de
enseñanza, poco ortodoxo pero muy estimulante, de un profesor de filosofía al
que siempre lo impulsan los desafíos. Merlí (interpretado magistralmente por Frances
Orella) tiene buen recorrido como docente, pero como muchos maestros, poca suerte y
reconocimiento. A los 55 años, debe volver a vivir con su madre... junto con su
hijo Bruno, adolescente y gay, al que debe empezar a cuidar y que además se
convierte en su alumno. Y es dentro de esa casa de tres generaciones (abuela
actriz, nieto contestatario y Merlí, un militante de la ironía), y en el aula,
donde repiquetean los mejores diálogos de la historia. No hay concesiones, no
hay deber ser: sólo hay honestidad brutal en la mayoría de las frases de la
serie -que no sólo se dicen, sino que están ahí para ser escuchadas por cada
uno de nosotros.
Francesc Orella interpreta muy
bien a este vividor existencial que siente profundamente los principios filosóficos que
imparte en sus clases, pero que luego demuestra incoherencias en su vida
privada: es un referente para sus discípulos, a quienes llama “peripatéticos”,
pero es incapaz de generar buen vínculo afectivo con su hijo Bruno, y predice
un respeto que brilla por su ausencia en su relación con las mujeres con quienes
flirtea. Cada personaje, entre los estudiantes, tiene un conflicto dramático
que lleva a que la serie se adentre en temáticas sociales: Pol aprovecha su
imagen de chico popular para disimular que en su casa el dinero no alcanza, Bruno
está enamorado en secreto de su mejor amigo, Iban lleva meses sin salir de casa
por culpa del bullying y Mónica, la nueva, descubrirá la cara negativa de la
cultura del whatsapp y las redes sociales. Y muchos otros problemas de los
jóvenes: la separación de los padres, el miedo al qué dirán, la mezcla entre
ricos y pobres en una misma escuela, el desempleo y la inserción laboral, el
fracaso escolar, la amistad, la rivalidad, los celos, la muerte de los
mayores... Cada problema tiene una solución, aunque cueste encontrarla y los “peripatéticos”
son un grupo disfuncional pero unido por fuertes lazos de amistad. ¿De vez en
cuando algún puñetazo o robarle la novia de otro? Puede ser. Pero al final del
día Merlí les ofrece una lección filosófica para afrontar sus problemas con una
actitud positiva y crítica.
Pedagógicamente lo que marca la
serie es la aplicación que Merlí logra de ciertos filósofos o sistemas
filosóficos (como los peripatéticos, los sofistas, Sócrates, Nietzsche,
Foucault o Schopenhauer, entre otros) a las cotidianidad vital y escolar de sus
estudiantes... a quienes también ayudará con sus problemas, aunque sea de forma poco ortodoxa y hasta censurable. Se logra esa filosofía que supera el mero academicismo, para
convertirse en “estilo de vida”. El “método Merlí” consiste en presentar al
filósofo o sistema filosófico en el pizarrón, lanzar como maestro un par de
coordenadas y, a partir de allí, ir construyendo con los estudiantes el
episodio a fuerza de cotidianidad, ideas, cuestionamientos, resistencia y
libertad. Merlí ayuda a contextualizar la filosofía como generador del
pensamiento crítico, reivindicando su importancia en estos tiempos en que se
pone en duda su papel en el sistema educativo. Merlí estimula a sus estudiantes
a pensar libremente, con métodos poco ortodoxos, dividiendo las opiniones de la
clase, el profesorado y las familias. La serie pone de relieve la importancia y
utilidad de la filosofía en la educación.
Y, finalmente, Merlí aborda con genialidad
la homosexualidad. Bruno, por ejemplo, no tiene el conflicto de siempre: no
teme salir del armario a causa de presiones familiares (al contrario, Merlí y
la abuela le apoyan sin ningún problema) sino que es él mismo quien tiene
problemas con su propia sexualidad. Pero la mejor reflexión llega después
cuando se reta la heteronormatividad, aún presente en la sociedad.
En fin, ambas series dan que pensar y ayudan mucho a reflexionar sobre lo que realmente es ser maestros, sobre las importancia de la filosofía para la vida, sobre la necesidad de "entrar" la vida cotidiana, con todos sus conflictos y bellezas, en el aula de clase; y sobre la importancia de "dar la palabra" a los jóvenes, a los sujetos con todas sus particularidades y diferencias, en pocas palabras, a la diversidad que caracteriza a los humanos.