miércoles, 18 de abril de 2018

Una bolsa de canicas

Cuando recientemente el cine francés quiere salir del vasto campo de ruinas en el que se había perdido durante mucho tiempo, genera películas memorables como "Les choristes", o esa otra completamente diferente "Intouchables" para no citar más. Si bien ambas películas son diferentes, tienen mucho más en común de lo que parece: la sencillez y la precisión del tema. 

Esto es precisamente lo que caracteriza a "Un sac de billes" (Una bolsa de canicas), una película centrada en la inocencia infantil de Mauricio (Batyste Fleurial), y especialmente el pequeño José (Dorian Le Clech), firmemente aferrado a su canica fetiche. Lo que es notable es que la película no fuerza nada, como si los dos jóvenes actores vivieran su propia historia. Su naturalidad y la genial cámara de Duguay nos hacen vivir su epopeya siendo niños, sobre un escenario marcado, una vez más de forma excelente, por la melancolía. Si el trabajo de los dos jóvenes actores es impecable, ciertamente se debe a la excelente dirección artística de los actores, pero también a cierta complicidad bien visible en la pantalla. Dorian Le Clech incluso imita a los adultos perfectamente, con un aplomo increíble (escena del mercado y sus pequeños tráficos)! 

La realización de Duguay, marcada por su virtuosismo, ciertamente hace significativo cada plano del film. ¿Un ejemplo? Bueno, la secuencia rápida (muy rápida, incluso demasiado ... pero justa), donde se ve la navaja de afeitar detenerse para quedar en suspenso, como si el mundo se hubiera detenido repentinamente, con la pronunciación sencilla (pero tan pesada) de la palabra "judío". Todo esto para decir que en esta cinta ningún plano es superfluo, y que la precisión de los encuadres nos ofrece una fotografía interesante, después de todo nada uniforme, oscilando entre disparos y una alegría ingenua de dos niños “en una aventura”. 

La película toma poco a poco densidad por los acontecimientos históricos que impulsan esta familia judía a separarse con la esperanza de reencontrarse en tiempos mejores ... Se entra así en el drama de la ruptura familiar con todo lo que implica como decisiones, nuevas reglas y costumbres y por supuesto peligros por venir ... la cámara se focaliza entonces en los dos hermanos más pequeños de los cuatro chicos, para seguir su viaje a la zona libre. El más joven de los dos, José después de un comienzo, que nos hace temer lo peor, termina asumiendo un cierto espesor que hace que uno se aferre a este niño, mientras que su hermano mayor le da toda su protección y amor, ... en este sentido, es una lástima que el director no se ha ocupado de mejorar los diálogos evitando expresiones que no tenían cabida en su momento como “¡déjame en paz!" por nombrar sólo uno de los muchos.  

Y luego está ese equilibrio frágil y permanente entre el drama y la ligereza. Con semejante tema, era fácil quedarse en cualquiera de estos dos enfoques, sobre todo cuando se está lleno de ternura. Afortunadamente este no es el caso, y eso es bueno, porque así es como el espectador siente los miedos y las esperanzas de estos niños que van a madurar durante su viaje. Guardando el curso de esta manera el director ha conseguido crear una especie de larga tensión en su película, gracias también a la ayuda de los actores, evidentemente, muy comprometidos, y a la música que acompaña muy bien todos los momentos de la película, que incluso se calla en algunas escenas específicas. Impalpable, esta tensión es omnipresente y encuentra su culminación en la escena de las bofetadas. Permanecerá como la escena de culto, ya que es el momento más fuerte emocionalmente, simplemente porque es el escenario de un acto de amor en un contexto de terror y brutalidad generado por los alemanes y sus comportamientos, por lo que los llaman "sales boches", y por la milicia francesa señalada de forma constante y heredada del apelativo poco envidiado de ser "colaboradores". 

Un acto de amor realizado por el valiente y recto padre de familia (Patrick Bruel), orgulloso y feliz de estar en lo correcto, pero un acto de amor que también es una lección de supervivencia. Una lección que será la línea de conducta expresada en toda la película. Incluso si él no sabe llorar cuando es necesario, Patrick Bruel sorprende al público por su compromiso total, mediante esta lucha dura de sentimientos que expresa su personaje. A su lado, la discreta mamá (Elsa Zylberstein) completa con convicción la imagen idílica de una familia unida. 

Pero Bruel no será la única sorpresa del film: Kev Adams (Ferdinand) y Christian Clavier (Dr Rosen) vienen aquí a cambiar radicalmente de papel para nuestra sorpresa. El primero muestra un real potencial en arte dramático hasta las lágrimas que gotean. El segundo muestra una fuerza coloreada tanto de convencimiento y persuasión en la mirada, como si el propio actor creyera firmemente en el contenido de los consejos dados por su personaje. 

Si la inmersión en esta aventura es posible, se debe también a la calidad de la reconstrucción escenográfica: la peluquería, los coches, el tren con sus máquinas de vapor, los trajes, y toda una serie de objetos de época contribuyen a hacernos fácilmente precipitar en la Francia ocupada en 1944. Sólo le falta un pequeño suplemento de alma, algo extra indefinible que nos lleve a expandir la emoción a lo largo de esta hermosa historia, eso que casi nos hace arrepentir de haber vivido el momento más intenso tan al principio de la película. De todos modos, "Una bolsa de canicas" es una muy buena película con una nota de modestia luego de la revelación final, lo que confirma que no siempre son necesarias las palabras para decir las cosas, aunque sólo sea por respeto y reverencia. 

Obviamente esta película no está libre de errores, como por ejemplo en el juego de cartas cuando vemos a Román (Patrick Bruel) decir "belote, rebelote et dix de der", mientras que en el plano anterior tenía en la mano tres cartas de diferentes colores ... (es un juego de cartas plenamente francés). Pero esto es muy anecdótico y se olvida rápidamente para seguir con gran interés y sin ningún problema los 110 minutos de esta película. Sé que "Una bolsa de canicas" ha hecho una buena carrera, aunque creo que no encontró con todo el éxito de las dos películas antes mencionadas; pero esta es la opinión de alguien que no ha leído aún la novela epónima de Joseph Joffo (y que es autobiográfica), publicada en 1973 (Joseph Joffo, Un sac de billes, Éditions Jean-Claude Lattès, 1973. Traducida en 18 idiomas, fue un suceso con 20 millones de libros vendidos en 22 países), que sustenta la realización de Duguay, y que tampoco ha visto su primera adaptación cinematográfica francesa realizada por Jacques Doillon en 1975, ni mucho menos conozco la adaptación a una serie de dibujos animados entre 2011 y 2014 en 3 tomos, realizada por Kris y Vincent Bailly. Habrá que ver y leer todo eso para tener un mayor acercamiento a este filme. 





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