sábado, 5 de mayo de 2018

¿Qué es una vida realizada?

Como es claro, me gusta la filosofía… y por sobre todo, me gusta la idea de un pensamiento ampliado (a mi modo de ver el mayor aporte del pensamiento actual y del humanismo contemporáneo). Esta idea no es otra cosa que una nueva filosofía que comprende: una teoría que da a la autoreflexión el lugar que se merece, así como una ética abierta al universo globalizado al que hoy tenemos que enfrentarnos, y una doctrina post-nietzscheana del sentido de la existencia y de eso que llamamos “salvación”. Con este nuevo planteamiento del pensamiento ampliado podemos pensar de otro modo, superando el escepticismo y el dogmatismo, y la realidad enigmática del pluralismo filosófico (que, por lo general, produce o escepticismo o dogmatismo).

Podemos ser escépticos porque desde el principio las distintas filosofías se han disputado entre sí, sin llegar a un acuerdo sobre lo que es la verdad. Pero es que esa pluralidad irreducible es la mayor prueba de que la filosofía no es una ciencia exacta, de que en ella reina una gran confusión, y, en el fondo, una incapacidad de dar con la verdad. Y dado que existen muchas formas diversas de ver el mundo y no es posible llegar a un acuerdo, el escéptico tiene que admitir que ninguna de ellas puede pretender seriamente haber hallado una respuesta más verdadera que las otras. Luego, para él, la filosofía es inútil.

O podemos ser dogmáticos: cuando pensamos que existen muchas formas de ver el mundo, pero la mía, o al menos la que defendemos, es evidentemente superior y, por eso, más verdadera que las demás que, en últimas, no son sino una larga cadena de errores.

En cambio, la noción de pensamiento ampliado nos sugiere otra vía: descartando tanto el pluralismo como la renuncia a las propias convicciones, somos invitados a descubrir lo que pueda haber de justo y valioso en cada visión del mundo, sea para llegar a comprenderla, sea para, en el mejor de los casos, integrar elementos de ellas en la propia visión del mundo. Se trata de dejar de presuponer a priori la mala fe del contrario e intentar entendernos, hasta llegar a comprender que siempre hay algo del otro y de lo que él piensa, que puede seducirnos y convencernos. Así ampliamos nuestro horizonte y dejamos de tener un pensamiento y una cultura parroquial, local y circunscrita a lo folklórico de nuestro entorno; para abrirnos a lo universal, a lo que es válido para toda la humanidad. Así dejamos lo particular (concreto) y lo universal (abstracto) y los fundimos en lo singular, que es lo que nos hace únicos e irrepetibles, y por ende, felices y realizados.

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