El verdadero problema de una relación no es la infidelidad sino la pérdida de la confianza
Ambas palabras provienen de la
palabra fe, que a su vez deriva del vocablo latino fĭdes, que significa: fe, confianza, crédito, buena fe, palabra
dada. El campo semántico de la palabra fidelidad
contiene especialmente el tema de la confianza, la fe y la palabra empeñada,
por eso se alude a la infidelidad
cuando existe una ruptura, ausencia o falta de confianza o fe.
Por lo general la mayoría de las
personas considera infiel a quien, siendo consciente de sus actos, transgrede el
compromiso de exclusividad sexual con su pareja. Así la infidelidad se
considera algo intrínsecamente negativo, pues cuando se ejerce ataca mucho más
a un ideal que a una norma social determinada. Hay muchas personas que piensan
que si no hubo sexo no fue infidelidad, para ellos los besos no cuentan; otras
creen que tan sólo basta con pensar en serlo o fantasear con otra persona para
que haya infidelidad. Y algunas otras personas que, por ejemplo, se permiten
seducir gente constantemente, llegando a entablar largas charlas, no lo
consideran una infidelidad; u otros que piensan que tener relaciones sexuales
sin comprometerse afectivamente no es infidelidad. Eso explica creencias como “Mientras no me involucre afectivamente… todo
bien”, “El sexo es sexo y la pareja es otra cosa”, “Él/ella también lo haría”.
En cualquier relación siempre hay cosas
permitidas y cosas prohibidas. Los problemas en las parejas suelen surgir
cuando las reglas del juego no están claras, o cuando alguno las rompe o las
infringe.
El problema en el fondo es ver
que piensan de eso sus parejas, porque el tema fundamental para hablar de
infidelidad es la ruptura del contrato que se había establecido, que suele ser
tácito en la mayoría de los casos, y en el cual ambos miembros de la pareja
acuerdan mantener un vínculo de exclusividad sexual y afectiva; por lo tanto,
si el acuerdo era otro, si estaba permitido cierto tipo de contactos con otros;
si se sabe y se dice… es posible que la confianza no se deteriore. Tal vez lo
atractivo de la infidelidad es precisamente su condición de ser algo prohibido;
por eso es algo deseado: se desea lo que no se tiene y que se supone que el
otro/a se lo puede proporcionar. Además no podemos olvidar que el ser humano es
por naturaleza trasgresor. Y tal vez por eso, se tiende a mantenerlo en
secreto, lesionando la confianza en la pareja. Pero en el fondo, la
transgresión de la infidelidad podría ser perdonada, si no ha comprometido ni
compromete la confianza existente entre la pareja, así haya roto un supuesto o
real contrato. Por eso, insisto en que
el problema real no es la infidelidad como tal sino la confianza existente y su
posible pérdida.
Ahora bien, para la psicología
social y la sociología, la confianza es una hipótesis – yo diría, una apuesta, en el sentido pascaliano- que se realiza sobre la conducta futura del
otro. Se trata de una creencia que estima que esa persona será capaz de actuar
de una cierta manera frente a una determina situación. Por eso, la confianza puede reforzarse o debilitarse según
las acciones de la otra persona. La confianza se va construyendo o se va
destruyendo. La confianza supone una suspensión, al menos temporal, de la
incertidumbre respecto a las acciones del otro; mientras confiamos, aceptamos,
no dudamos, no celamos. Cuando se confía en el otro, uno cree que puede
predecir sus acciones y comportamientos; por eso la confianza es una actitud
que concierne el futuro, en la medida en que dicho futuro depende de la acción
del otro. Es una especie de apuesta que consiste en no inquietarse del
no-control del otro y del tiempo. La confianza, por lo tanto, simplifica la
relación (y en el fondo todas las relaciones sociales).
La confianza es la que más sale
perjudicada después de que una infidelidad es descubierta, la persona engañada
tendrá dificultades en volver a creer, en confiar nuevamente pues no se cumplió
con lo que se había pactado o convenido. Desde la sospecha hasta la certeza, poco
a poco se va destruyendo la confianza de los integrantes de la pareja en la que
se basó la relación. Y cuando se pierde la confianza, casi siempre es por
agotamiento emocional, y como lo dice Baltasar Gracián, por descuido: “La confianza es madre del descuido”. Por
algún motivo se descubre algo oculto y la duda entra en la relación, ya no se
cree… se vive en la incertidumbre. Y como la confianza es como un cristal, si
se rompe, por más que se vuelva a pegar nunca va a quedar igual.
La pérdida de la confianza
termina con cualquier relación: el hijo que a pesar de sus múltiples promesas
sigue obteniendo malas notas en la escuela, el marido que ha prometido no
volver a emborracharse, la pareja que sigue coqueteando con otros o el amigo
que suele dejarnos siempre plantados. Todas esta conductas terminarán, tarde o
temprano y dependiendo de nuestra propia tolerancia y paciencia hacia la
irresponsabilidad, con la relación.
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