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martes, 17 de abril de 2018

Enseñar la pasión por aprender


Estas ideas se inspiran en una re-lectura del capítulo “No hay docencia sin discencia” de la obra de Paulo Freire Pedagogía de la Autonomía, pensada como una herramienta para la formación de maestros críticos y reflexivos. Su planteamiento fundamental es que la praxis educativa requiere de saberes no abstractos y generales, sino saberes situados desde los temas, problemas y situaciones concretas que los maestros vivimos cotidianamente. Por eso es un libro construido desde el diálogo y para el diálogo entre maestros, pues conduce a que nuestro quehacer educativo sea la fuente y el destino de esta producción praxeológica de saberes.

Me impacta que todos los temas de los tres capítulos del libro se refieran a lo que “exige” el acto de “enseñar”, presentados como condiciones que posibilitan o no la enseñanza, y que existen “antes” de que la enseñanza se haga práctica. No son resultados de la enseñanza. No son aplicación de teorías o métodos de enseñanza. Al contrario: son requisitos indispensables para que se pueda enseñar algo a alguien. Y, por eso (y esto me parece lo fundamental de la enseñanza de Freire) no son una “receta” aplicable formal o mecánicamente. Son criterios, perspectivas, opciones, posiciones, convicciones, que dan sentido al enseñar, como “un momento fundamental del aprender”.

Y lo valioso es que este planteamiento freireano es radicalmente opuesto a lo que la mayoría de los maestros quieren: buscar y encontrar herramientas, técnicas y didácticas, con pasos claros, orientaciones listas para aplicar. Quieren algo “listo para calentar en el microondas y servir” y no algo que implique el esfuerzo creativo de “inspirarse para cocinar”.

Por eso, pese a que Freire tiene frases precisas, claras y contundentes (que usamos con frecuencia), no encontramos en ellas ninguna “receta”, sino todo lo contrario: afirmaciones, cuestiones, preguntas e inspiraciones que lo que hacen es problematizar nuestras prácticas y exigirnos, en un proceso praxeológico, construir  una nueva práctica educativa.


Por eso, estos “saberes necesarios para la práctica educativa” no son un rosario de técnicas u normas didácticas para aplicar, sino unos principios ético-políticos, epistemológicos y filosóficos que nos conducen a mirar con otros ojos y situados desde otro lugar, nuestra propia práctica educativa, llevándonos a buscar en las raíces de su sentido y a renovarla crítica y creativamente. Y siempre como un modo, tal vez el mejor, de formarnos como maestros: hombres y mujeres que nos formamos desde nuestras propias prácticas como sujetos capaces de generar y organizar procesos de construcción de saberes, o sea de enseñar, porque desarrollamos nuestras propias capacidades de aprender y somos capaces de trasmitir esa pasión a los demás.

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